lunes, 8 de junio de 2015

UNDÉCIMA TERTULIA. LA MADRE

El pasado día 29 se celebró la undécima tertulia PUERTA ABIERTA, dedicada, en esta ocasión, a la MADRE.

Contamos, además de los asiduos, con la asistencia Antonio Velázquez (El Nono), padre de Paco Velázquez, que también recitó un poema.

Asimismo, Yolanda García Ares quiso celebrar junto al resto de los asistentes, su cumpleaños y nos trajo dos bandejas de estupendos pasteles, y les cantamos el cumpleaños feliz.

A partir de una charla que entablamos al principio de las lecturas, comentamos diferentes aspectos del tema.

Al final, nos hicimos la tradicional foto de familia.

A continuación podemos leer varios de los poemas leídos.



MAMÁ

Que sola me dejas, que vació infinito
sin tu cariño, sin tus riñas, sin tu amor,
que dolor siento madre mía
cuanto se nota, la falta de tu calor
a veces estabas triste a veces alegre,
a veces regañona otras besucona
pero nunca me dejaste de querer,
que pena, madrecita que mis ojos ya no te ven,
te has ido de este mundo
con el radiante sol del mediodía
pero en mi triste corazón
solo tormenta y lluvia había,
¡Que pena, sentí madre, que pena sentí ese día!

Isabel María Cañuelo (Larisa)





A MI MADRE

Muchas gracias, madre


por la vida que me diste

por tus caricias y mimos

por protegerme siempre

Me amamantabas en la cárcel


cuando te encerraron los guardias

por robar bellotas en la dehesa

para quitarnos a todos el hambre

Siempre me defendiste


de propios y extraños

Mis defectos ocultaste,

venías a casa cada año

Y cuando en aquél hospital


sentiste las fuerzas muy escasas

me pediste de manera especial

que te llevara a morir a tu casa

Y allí, una fría noche de enero,


entubada y con mucho miedo

te fuiste en mis brazos, mi cielo.

Ay Madre, ¡cuanto te quiero!


Juan Pan






MAMÁ

Que ni bodas ni bautizos
te nublen los ojos,
madre.
Que nosotros, tus hijos,
más que nunca somos
a tu lado.
Que ahora siendo yo
padre,
mis manos se abren de amor
cuando los brazos
te claman cariño.
Y tú, mamá,
que yo niño...

Paco Velázquez








MANOS QUE ACARICIAN MADRE

Manos que solo acarician
y transmiten mucho amor,
tiernas dulces y suaves
como el bello algodón.
¡Pero de quien son las
manos que hacen que me deje
acariciar!
Son las manos de mi madre
que me hacen emocionar.
Manos que me dieron vida
en mi infancia y juventud,
ánimos y muchas ilusiones
me cubrían de hermosa luz..
Manos cuando me
abrazaban
yo me sentía protegida,
confortada y muy segura
entre las manos de mi madre
querida.
Manos que ya no te tengo
ni volverás acariciarme,
cuánto añoro tu contacto
¡acaríciame mi madre!

Rosario Ayllón.
Poetisa del Amor.






¡AY MADRE!

¡Ay madre! querida madre
siempre te quise cantar,
una bella melodía
para endulzar tu vida
y darte felicidad.
Un día en tu cumpleaños
te canté un trocito de
canción,
con tanto amor y cariño
salió de mi corazón.
Pero nunca tuve voz
para cantar melodías,
tú si que cantabas bonito
al llegar el nuevo día.
Pero deseo mamita
cantarte un bello bolero,
de los que a ti te gustaban
y que dicen, yo te quiero.
Mi melodía madrecita
es un bello canto de amor,
a tu sonrisa y tu mirada
y a tu inmenso corazón.
Desde un almendro en flor
o, desde un rosal del jardín,
con cantos de pajaritos
te dedico mi melodía,
ellos me ponen la música,
para que tu seas feliz.

Rosario Ayllón. 
Poetisa del Amor.



FELICIDADES MAMÁ

Viendo de flor colmarse mi camino
desde tu vientre ya sentía tu amor,
los aromas me invadían en tu sangre
feliz yo me sentí al darme la vida con dolor.
Madre tierna que acaricia y me protege
en mi infancia tú eras mi refugio,
me amamantabas de tu divino cuerpo
me cantabas con tu dulce arrullo.
Cuando estuve enfermita me cuidaste `
pasabas la noche velando mis sueños,
fuiste madre entregada y cariñosa
abrazada a tu cuerpo era mi deseo.
De mayor eras madre comprensiva
me dabas tus besos y bellos consejos,
qué feliz yo me sentía en la vida
para mi, mi madre era lo primero.
Pero un día Dios se acordó de ti
y de mí no tuvo compasión ni piedad,
te llevó a su lado en breves días
y quedé muy triste en mi soledad.
Aunque hace años que marchaste
siempre estás en mi corazón,
te adoro madrecita de mi alma
en mi vida fuiste una bendición.

Rosario Ayllón.
 Poetisa del Amor.




PARA LAS MADRES
Madre sol naciente de vida.
Madre del amor eres tú su cautiva.
Como la flor del campo
que en la tierra está prendida.
Tú me besaste en la frente
dándome tu calor y sentido
y mis ojos brillaron
por sentirme de ti tu hijo.
Bendigo las noches
cuando tú me cobijas
dormido me quedo
esperando en la mañana
tu diluvio de besos.
Madre, la vida que con tu pasión
y todo tu amor das
es un pozo de toda sabiduría.
Pozo inagotable, de amor y paz.
Madre eres tú todo amor
un amor sin condición
de tus hijos eres la razón
razón para vivir
vivir en tu seno
y para siempre, tu amor sentir.
Madre, camino de toda vida
camino de incansante caminante.
Lágrimas de sangre la han de brotar
a todo los que una madre
 quisieran maltratar.
Maltrato que a una madre
Las lágrimas de llanto y de pena
de su corazón, le harían manar.
 Madre, por siempre deberías
tú vivir, y que nunca
te tuvieras que ir
se les partiría el corazón
si alguno de tus hijos no
oyera más tu voz…
Madre, tus besos para mí
son una bendición
sin ellos en mi corazón
este mundo, sería una prisión
un inhóspito lugar
por todos los mares
del mundo, he de navegar
por sentir tu corazón
y tus mejillas, con mis labios
volver a besar.
Madre, cuando la vida
se me haya de terminar
y de este mundo, me tuviera que marchar
besando tu carta, y cogido de tu mano
este último recorrido
quisiera comenzar.
¿Qué aman las madres?
Son madres amantes de sus hijos
madres soñadoras
madres que cantan nanas
cuando al despertar un nuevo día
nos besan al compás
de una nueva aurora.
Son madres para todos sus hijos
hijos que están solos, que están lejos
lejos de su corazón y el mundo
gira y gira, y ellas no ven la razón.
Mujer, tú eres la madre
y vives con tus hijos, día tras día
y nunca pierdas de tu vida
tu amor, tu sonrisa y tu alegría.
Y al final de todo
Dios no podía estar
en todas partes
y es por eso que.
¿Dios creó a vuestra madre, a todas las madres?


                                   JOAQUÍN HERRERA





LA NIÑA QUE PIDIÓ LA LUNA

Siempre me ha gustado escribir realidades, sueños o ilusiones; situaciones reales o imaginadas, pero estaba parada no era capaz de sacar de mi, ni una sola palabra que pudiera resultar en nada y os quiero mostrar un trozo de algo que escribí dedicado a mi dulce hija Ruth, esa niña maravillosa que desde que nació le dio sentido a la palabra AMOR y que de una forma u otra siempre ha sabido dar y dar a su madre para que la soledad no fuera algo que la entristeciera.

A solas con su mama tomando el sol en el jardín, le preguntó -¿Por qué la luna no se cae del cielo? ¿Está cogida de un hilo? ¿Tu serías capaz de cogerla para tenerla yo un ratito?- Alicia acostumbrada a las preguntas de Violeta empezó a elaborar una contestación adecuada para que la niña lo entendiera.

- Mira cielo te acuerdas cuando me preguntaste por Dios. Pues yo siempre he creído que todo lo que nuestros ojos puedan ver ha sido creado por algo que le llamamos “Dios” o podíamos llamarle de cualquier otra forma. La belleza de una flor, un árbol, un animal cualquiera que podamos encontrar, la hierba que pisan nuestros pies, el agua que recorre los ríos y los mares, el sol saliendo por la mañana para calentarnos y escondiéndose a media tarde, las nubes que de vez en cuando aparecen en el cielo azul para dejar agua, esa que nos da vida como pasó con el árbol del cuento que te conté un día, la luna y las estrellas que nos dan esa luz que si solo existiera el sol no tendríamos. ¿Qué cómo está sujeta? No sabría contestar pero ¿de verdad la quieres tener por un ratito? Porque recuerda que todos la necesitamos ahí para que nos acompañe por las noches.

- Sí respondió la niña.

- Pues esta noche la tendrás.

La niña se pasó toda la tarde esperando que la noche llegara y cuando el sol desaparecía por el horizonte, se acercó a su mama y le dijo:

- Mama ¿es el momento de poder tener la luna? El sol se fue.

- Si, le dijo su madre.

Alicia agarro un barreño grande que utilizaba cuando la ropa salía de la lavadora y lo lleno de agua, fue situándolo en el jardín hasta que la luna quedó reflejada dentro.

La cara de la pequeña irradiaba felicidad, sus ojos brillaban como nunca a su tierna edad, miraba la luna y miraba a su madre a la vez. Acabó abrazando a su madre y las lagrimas salían de sus dulces ojos verdes, gracias, gracias repetía una y otra vez apretando con sus pequeños bracitos cada vez más fuerte a Alicia.

LOLA FONTECHA





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